jueves, 31 de enero de 2013

El árbol del Templo de la Cruz


En la ciudad de Querétaro, México, se encuentra el Templo de la Santa Cruz, acerca del cual circulan un par de leyendas. Una de ellas involucra a un árbol con espinas de tres puntas que crece en el patio interior.

Se cuenta que el 11 de marzo de 1697, el misionero Franciscano Fray Antonio Margil de Jesús Ross (originario de Valencia, España) recibió la encomienda de ser Padre Guardián en el Monasterio de la Santa Cruz en Querétaro. En ese tiempo Fray Antonio se encontraba lavando cerebros de indígenas en Guatemala y le tomó 14 días recorrer el camino a pie.

Este maratónico recorrido puede sorprendernos, pero es que Fray Antonio no era cualquier monje. Corrían chismes de que era capaz de cruzar arroyos y ríos sin mojarse los pies; o alimentarse durante 3 meses con una bolsita de maíz (¿pop-corn?).

Ya en Querétaro, un día que volvía de soltar choros mareadores en un pueblito cercano, Fray Antonio clavó su bastón en el patio del monasterio. Los días pasaron y el bastón retoñó en un árbol que produce espinas con forma de cruz, similares a la utilizada en la mítica crucificción de Jesús.

Por el simple hecho de tener espinas en cruz, se considera a este árbol un milagro viviente. Pero eso no es todo, además se afirma que es el único ejemplar de una especie desconocida para la ciencia. Que no produce flores ni frutos y que todos los intentos por reproducirla a partir de sus ramas (esquejes) han fallado miserablemente.

De esta manera, resulta imposible tener un arbolito similar en casa. Pero, convenientemente, las espinas sí están disponibles a la venta como reliquia y evidencia del milagroso árbol: "Llévela-llévela, es un producto único en el mundooo".

La verdad es que el árbol del Templo de la Cruz sí es conocido para la ciencia. Su nombre científico es Gleditsia triacanthos L. (Gleditsia como homenaje al botánico J. Gottlieb Gleditsch; y triacanthos= tres espinas, en Griego). Pertenece a la familia Fabaceae, donde también están el chícharo, el frijol, la soya y demás leguminosas. Sus nombres comunes son: Acacia de tres espinas, acacia de tres puntas, gleditsia de tres espinas y robinia de la miel. Erróneamente se le considera una Acacia (huizache), pero no es tal.


Tampoco es cierto que sea un árbol único en el mundo. Gleditsia triacanthos es nativa de Norteamérica donde tiene una amplia distribución (el mapa muestra sólo EE.UU. y Canadá, pero también está presente en el norte de México). Además es una especie invasora, lo que significa que su distribución está incrementándose.



En su hábitat nativo produce flores y semillas a los 10 años. Pero sólo germinan si han pasado por el tracto digestivo de mamíferos como cabras, vacas o venados.  La reproducción por injertos o esquejes es totalmente posible. Es muy tolerante a las altas temperaturas, la sequía y suelos salinos.


Las famosas espinas de tres puntas se producen en las ramas viejas, en el tronco produce gruesas espinas ramificadas y en las ramas jóvenes se encuentran espinas sencillas. Como dato curioso, existe una variedad sin espinas: Gleditsia triacanthos inermis que tiene por lo menos seis variantes ('Halka', 'Imperial', 'Moraine', 'Shademaster', 'Skyline' y 'Sunburst') que difieren en la altura, la estructura de las ramas y la sombra que producen.


Una versión más terrenal de la leyenda queretana sería que el bastón de Fray Antonio era una rama de Gleditsia triacanthos. Ésta enraizó al ser enterrada en el patio del Templo de la Cruz y, por ser una planta desconocida en el rumbo y tener unas peculiares espinas, algún abusado exclamó: ¡Milagro, pasad la charola!

martes, 15 de enero de 2013

Los ancianos son más chamaqueados

"Más sabe el diablo por viejo que por diablo" advierte un refrán, aduciendo que la edad nos hace más sabios y/o más astutos. Sin embargo, el 80% de las víctimas de fraude son personas mayores de 65 años (según la Federal Trade Commission en los EE.UU.).

Este sesgo parece estar relacionado con la tendencia de los adultos mayores a acentuar lo positivo en su vida. Según la investigadora Shelley Taylor de la UCLA, "la gente mayor es buena regulando sus emociones, ve las cosas bajo una luz positiva y no sobre-reacciona a los problemas cotidianos".

Para probar si los ancianos son menos hábiles para detectar a un estafador, se les mostraron fotos de rostros considerados confiables, neutrales y no confiables a un grupo de 119 ancianos (55-84 años) y a 24 adultos no tan viejos (20-42 años).

Adicionalmente, de otros sujetos se obtuvieron imágenes cerebrales mientras juzgaban si los rostros que veían inspiraban confianza. En este experimento encontraron que, al detectar un rostro no confiable, se activa la ínsula anterior en el cerebro. Pero en personas de edad avanzada, la actividad de la ínsula es poca o nula.

Al estar desactivada esta señal de alarma en los ancianos, los haría susceptibles de caer en fraudes y estafas. Lo que todavía falta por averiguar es si la poca actividad de la ínsula cerebral es la responsable de su actitud positiva o es un efecto secundario. Si es solamente un efecto, existe la posibilidad de revertirlo con entrenamiento para detectar tramposos. No todo está perdido.

El artículo original aquí.

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